domingo, 25 de julio de 2010

Carta número 25:

Clarea mi calle. Afuera llueve, el trip trip trip de los días comienza a empozarse en el retrete de mis recuerdos, y esta tan sola la mañana. Las cosas empiezan a asumir una actitud de entrega total hacia el abandono (cual doncella virginal en una noche de luna llena junto a su amado príncipe en alguna colina de un viejo pueblo a las afueras de la ciudad).
Hace 2 semanas, Adela, me abandonaste, te fuiste tras algún recuerdo borroso, envuelta entre el humo de las flores, y alguna que otra pena gangueante. Me abandonaste, y desde esa noche un frio espectral recorre mi cuerpo, a veces imagino que eres tú, Adela, cierro los ojos, toco suavemente tus labios, tibios como antes, tibios como siempre. Me levanto moribundo, es complicado hacerle el amor al recuerdo.

El café esta frio, los nudillos de las manos se me atrofian, el azúcar amarga los días y no hallo respuesta a mis cartas, no es un reclamo, no creas que te estoy gritando, solo quiero hacerte saber que te extraño, aclaro esto porque puedo imaginar el gesto de tus cejas arqueadas, el tono de tu voz diciendo “tengo cosas que hacer”, el movimiento de tus labios, la expresión de tus ojos. En qué dimensión estarás. Por las tardes salgo a caminar por el parque, recuerdo nuestras frases, sentados en la banqueta junto a la higuerilla, tus besos y mis manos pálidas, mis sacos y tus taquitos de charol. Con qué color de blusa pasearas, ahora, por los rosales del edén.
Adela, Adela, mi dulce Adela, por qué te fuiste, las cuentas estaban pagadas, las tuberías ya no gotean; los muebles eran nuevos, ¿recuerdas? Compramos los marrones, los que tanto querías. Adela, dime en que atmosfera azul, celeste acaso, en que llama escondida te camuflaste para no amarme más.
Ayer llegó carta de España, nos invitan a pasar las fiestas por allá, no he respondido, prefiero que lo hagas tú, prefiero esperarte para ponernos de acuerdo y evaluar las opciones, no me gustaría ir solo, no podría, sabes que me aterran los aviones y que no sé preparar bien el equipaje. Pero tardas tanto, a veces creo que no volverás, tengo la certeza de estar abandonado, huérfano de mujer, totalmente solo, a veces creo que me voy quedando sin mi, pero recuerdo tu risa y tus labios pronunciando “soy eternamente tuya” y una extraña fe invade mis entrañas, sonrío entonces, cojo papel y lápiz y empiezo una vez más con la carta. Adela, siempre dijiste que era ocioso para escribir cartas, ¿recuerdas? Siempre las escribías por mí, pero hoy, hoy que la soledad festeja en nuestra sala sus bailes tullidos de alegría, te escribo.
Y empiezo con el sonsonete y la frase repetida; dulce Adela, cuando vuelvas, cubierta de algodón, cuando llames y me cuentes de tus aventuras entre flores y pajarracos plomos, saltonearé de mueble en mueble, me olvidaré de la artritis en la rodilla izquierda y de la escoliosis que jode mis mañanas y, entonces, la vida será completa, bailaremos juntos, juro que bailaremos aquellos tangos de Gardel “a media luz los besos, a media luz los dos y todo a media luz…”, ¿recuerdas?, cantaré para ti muñequita linda , por que más tengo que decir que voy atado a tu solo recuerdo…muñequita linda, de cabellos de oro de dientes de perlas labios de rubí…